Les Cols

domingo, marzo 1st, 2009 | Hoteles, Restaurantes, Resto de Catalunya

Con lo mucho que disfrutamos por allí, no sé por qué he retrasado tanto mi post sobre Les Cols… Bueno, la cuestión es que ha llegado el momento y que aquí está el relato.

Para aquellos a los que no os suene, les Cols es una masía restaurada, ubicada en Olot, que luce un espectacular diseño de vanguardia (premios FAD incluidos), tanto en la zona destinada al restaurante como en lo que ellos llaman los pabellones, que vienen a ser las peculiares habitaciones de su zona de alojamiento.

Les Cols  |  Olot

Les Cols | Olot

Después de reservar con varios meses de antelación por no disponer de habitaciones libres en fin de semana (habéis leído bien), a finales del pasado verano pudimos pasarnos por allí. Evidentemente, se puede ir a Les Cols sin quedarte a dormir, pero te pierdes una parte importante de su encanto. Sobre todo, si lo que pretendes es pasar toda una velada romántica.


Después de una simpática acogida, nos acompañaron a nuestro pabellón para dejar las cosas y explicarnos la filosofía del lugar. Y es que Les Cols no es un hotel+restaurante al uso. Los llamados pabellones apenas tienen elementos materiales, excepto la cama (no hay sillas, ni pantallas de televisión, ni mesas, ¡casi ni luces artificiales!). Se componen de un habitáculo acristalado por todas partes -el techo sólo parcialmente-, que juega con varios tipos de cristal para mantenerse a salvo de las miradas ajenas, pero ideado para la relajación y para sentirte integrado con la naturaleza volcánica de la Garrotxa, recreada en los jardines anexos. El pabellón dispone de un dispositivo domótico que te permite regular a tu gusto la temperatura y tapar o destapar en la medida que desees todos y cada uno de los cristales de la habitación. El lavabo dispone de una pica sin grifo, pero con una especie de cascada de agua que se acciona automáticamente al detectar tu presencia cercana, una ducha fina de techo (al estilo de las ‘lluvias’ de los SPAs) sobre una zona de piedras y una enorme y profunda bañera (caben perfectamente 4 personas) que permanece siempre llena a temperatura constante y cuyo disfrute no debéis perderos.

Les Cols - Pabellones

Les Cols - Pabellones

Ya de noche, puedes activar un trío de finos rayos de luz para poder manejarte lo justo por la habitación sin privarte del espectáculo de las estrellas. Pero no avancemos acontecimientos, que antes llega la cena.

Al llegar al restaurante -con uno de los diseños modernos más impactantes que he visto-, nos ofrecieron un pequeño tour por el local, desde los salones a las terrazas (la interior es ‘ideal’ -como diría una buena amiga- para un brunch o, al menos, el cafetito de sobremesa), pasando por una bodega que combina diseño con funcionalidad y que luce un buen stock de referencias.

Como nos suele pasar en estos sitios, decidimos conocer la buena mano de Fina Puigdevall a través de un modesto menú degustación, compuesto por unos snacks, ocho pequeños platos, unos cuantos quesos, un par de postres, gourmandises… Lo justo para matar el hambre, vamos. Para acompañar el desfile de platos, escogimos un Kripta (sí, lo sé, no es la primera que sale por aquí, pero es que está tan bueno…).

Como aperitivo, una coca de fajol (una especie de trigo sarraceno que se cultiva en la Garrotxa) con llonganissa artesanal -esta es una palabra clave en la esencia de Les Cols- de Olot.

Empezamos con una crema de judía perona, con unos toques de menta, tomate y pepino. Huerta en estado puro. De aquí pasamos a las patates amb suc, formando dados de suave textura -apoyada en algún gelificante- y con un suc de sabor intenso. Magnífico plato y en la ración adecuada, ya que no veo claro que en ración completa (que desconozco si lo sirven) no llegue a cansar un poco.

El biquini de farro, crujiente y delicado, con un buen pan de cereales, aunque en conjunto me pareció algo insípido, pero como no tengo referencias para compararlo, tampoco me atrevo a decir mucho más. A cambio, la ensalada de unas melosas setas de temporada fue uno de los mejores platos del repertorio, resplandeciendo la enorme calidad del producto de la región, que es precisamente uno de los puntos fuertes del local. Y para seguir explotando esta calidad, más frescura con el tomate de su huerta, acompañado de unos dados de foie, hierbas aromáticas y fruta de la pasión.

Le tocaba el turno al arroz con calamares de lata. Sí, sí, así lo describían ellos y así parecía serlo, pero la cuestión es que el fondo del arroz (y el arroz) estaba realmente bueno. Un all-i-oli suave ligaba bien el conjunto.

Aunque correcto, el plato que nos pareció algo más flojo que el resto de compañeros del menú fue el bacalao. Y eso que sus escuderos eran berenjenas, cebolletas, pimientos y patatas. Quizás no es el mejor sitio para comerlo y nos hubiera ido mejor con trucha, quizás el morro (del bacalao, se entiende) estaba algo seco, o puede que simplemente viniéramos de algún bacalao anterior que lo superaba.

Pero llegó la espaldita de conejo en adobo con moras, intensa y de ternura infinita, se convirtió en el plato más aplaudido -virtualmente- de la noche. Mojé pan (muy bueno, por cierto, aunque a 5 euros por persona) para rebañar la poca salsa que quedó en el plato y, si no fuera porque las fuerzas ya tocaban retirada, diría que me hubiera comido dos raciones.

Espaldita de conejo en adobo & Fresas maceradas con menta

Ensalada de setas de temporada & Fresas maceradas con menta

Antes de los postres, un fantástico carro de quesos, la mayoría de regiones cercanas y todos ellos catalanes, que nos propusieron combinar con unas tremendas confituras caseras.

Empezamos los postres con una sara, con sorbete de albaricoques e infusión de romero y tomillo. Un postre refrescante y pseudo-digestivo para recuperar algunas fuerzas. El segundo plato dulce, las fresas maceradas con menta volvieron a sacar a la luz el mimo al producto de la huerta, resultando las mejores fresas que habíamos probado en mucho tiempo.

Aquellos más golosos podrán seguir regocijándose con las gourmandises del café: una muy buena coca de azúcar ‘regada’ con una ratafía en versión polo y ¡una tableta artesana de chocolate! (que, con buen criterio, te proporcionan ya envuelta para poder posponer su cata hasta un mejor momento).

Para ponerle el colofón al buen servicio de toda la velada, nos acompañaron a enseñarnos la cocina, con el consiguiente disfrute de Xocolata, que en estos sitios se encuentra como en casa.

Por la noche, la única pega fue no poder disfrutar del cielo estrellado, ya que tuvimos que conformarnos con ver caer esa lluvia que tanto nos visitó el verano pasado. Reconozco que la sensación es también agradable, pero tiene el problemilla de que aumenta considerablemente el grado de humedad de la habitación.

A la hora que les indicamos, ni un minuto más ni uno menos, nos llevaron el desayuno a la habitación: pan tostado, bollería -de calidad-, confituras -aún mejores-, una llonganissa, ¡y hasta un queso! Pero no os alarméis, que si os sobra algo -que sobrará-, os lo incluirán en una bolsa de picnic, junto a una ensalada, un buen pan, algo de fruta, una botellita de vino y unas tarjetas de ruta para posibles excursiones… ¡Si es que están en todo!

Sin duda, una escapada romántica de las que hacen época.

(P.D.: Dedico el post a mi antiguo -y primer- portátil, que tantos sudores le ha dedicado a este blog, y que falleció en acto de servicio escribiendo este artículo)


Post written by Daniel Muro

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