Estocomo

Black

martes, septiembre 4th, 2012 | Barcelona, Coctelerías, Restaurantes

Black vendría a ser el gastrobar-coctelería de la hamburguesería La Royale. En cierta medida, y con las obvias diferencias en la propuesta gastronómica, un concepto  parecido a lo que 41º es a Tickets, pero sin cartel alguno, ni exterior ni interior, que dé pistas sobre su existencia.

En la batuta culinaria del primer caviar lounge de la ciudad, como en La Royale, el triestrellado y prolífico Paco Pérez; como concertino, Felice de Martino, al que se ve manipular con esmero la cocina fría -salvo un par de excepciones- que propone Black.

Atravesando la hamburguesería, una puerta situada en la entrada del lavabo de caballeros -sólo se llega hasta el lavamanos, don’t panic!– da acceso a la sala de Black, mezcla de restaurante chic con un pub de cierto aire misterioso.

En ella, media docena de mesas de espejo, iluminación tenue, medida, que se ayuda del resplandor de los neones anaranjados, buena música, piezas de vajilla del estudio de diseño de Luesma & Vega, una vitrina refrigerada con una amplio despliegue de vodkas y tónicas, y una pequeña barra que hace las funciones de cocina a la vista y da soporte a un superenfriador para el hielo de los cócteles.

En la carta, su punto de glamour con picoteo de lujo -conté hasta 4 variedades de caviar al natural y otras tantas elaboraciones incluyéndolo-, y una docena de platillos a precios que, sin ser económicos, sí son más terrenales. Entre la oferta de cócteles, claro protagonismo para los vodkatonics -¿tendencia a la vista?-, y en la de vinos, buena selección de champagnes.

Empezamos en plan pirata, conquistando las ostras Black Pearl, con una ligera vinagreta, un agradable toque de cebolla dulce y, por supuesto, su perla negra, con la esencia de sus propios jugos.

Convenció también el Viaje a Perú, un completo ceviche con un magnífico atún -el prestigio de Balfegó sigue respondiendo-, mejillones al vapor, pequeños fragmentos de mero y salmón, unos langostinos extraordinariamente frescos, una jugosa quenelle de puré de patata y el aderezo de leche de tigre verde.

Lucimiento del producto con el salmón salvaje de Alaska, intenso, ligeramente ahumado, sobre una base de naranja sanguina que le da mucho juego.

En la sección de la huerta, el tomate acompaña a una burrata aromatizada por albahaca y piñones, en una versión ligera del pesto. Ración generosa, aunque la frescura del plato lo alivia.

Flojeó el mollete, al vapor, con una buena panceta ibérica, pero bañado en una base de salsa teriyaki excesivamente subida de miel. Al empaparse el brioche, la sensación dulzona acaparaba el resto de sabores pese a los esfuerzos del pepino.

Me apunto para la próxima visita la Blackburg, una hamburguesa de ciervo con moras y crema de queso, de la que se cuentan maravillas, pero que no me atreví a añadir al pedido.

En su lugar, mucho más liviana, una refrescante crema de mango, de chispeante toque ácido, con fresas y piña impregnada en cardamomo- y un divertido y perfectamente cremoso helado de Módena que combina que ni pintado con las fresas.

En el maridaje, la recomendación nos llevó, cómo no, a un vodkatonic. Lo cierto es que la suma de aromas del noruego Christiana, ligeramente customizado con limón en la propia botella, con el aporte adicional de notas amargas de la elegante quinina de Thomas Henry, fue un magnífico compañero de viaje. Por cierto, el superenfriador funciona.

La minuta final, de unos 50 euros por persona, no parece excesiva para una propuesta distinta, que enriquece el panorama lúdico-gastronómico de la ciudad. Eso sí, los fans del caviar y el champagne podrán aumentarla a placer.

Post written by Daniel Muro

Tags: barcelona, caviar, ceviche, champagne, hamburguesería, la royale, paco pérez, Restaurantes, salmón, vodka, vodkatonic

No comments yet.

Leave a comment