Maison du Languedoc Roussillon

martes, febrero 10th, 2009 | Barcelona, Restaurantes

Hacía algunas semanas que me rondaba por la cabeza ir a degustar unas buenas ostras, con el requisito de no dejarme el presupuesto del mes. Las opciones más claras: Gouthier (delicioso, encantador, bohemio) y la Maison du Languedoc Roussillon (elegante, más formal). Finalmente nos decantamos por la segunda opción, así que nos acercamos a su local de Pau Claris.

Restaurante de la Maison du Languedoc Roussillon | Barcelona

Restaurante de la Maison du Languedoc Roussillon | Barcelona

Llegados al Modern French Bistrot (así se describen en sus tarjetas), tomamos asiento en la mesa para dos que habíamos reservado y nos dispusimos a estudiar la carta, teniendo clara la premisa de que uno de los platos elegidos iba a ser media docenita de ostras.


Lo dicho, empezamos con una combinación de ostras y mejillones (por cierto, en crudo, más sabrosos aunque algo complicados de comer sin deteriorar su textura inicial). En las ostras, nos comentaron que además de los habituales ejemplares de Bouzigues, les habían traído otra variedad, plana, parecida a la gallega pero procedentes de la costa francesa y de sabor mucho más intenso, así que decidimos pedir mitad y mitad. El resultado, preferencias dispares, aunque unanimidad en la gran calidad de ambas variedades. Mientras que a mí me gustaron más las habituales (carnosas, melosas, llenaban la boca de mar por sólo 1,70 la unidad), a Xocolata -mi compañera de fatigas- le sedujeron más las especiales (potentes, más sabrosas, retorciéndose en reacción al limón y encareciendo la cuenta en 4,50 por placentero bocado). Entre unas y otras, lo mejor de la noche, que en el fondo era lo que buscábamos.

Combinado de ostras y mejillones & Coulant de chocolate

Combinado de ostras y mejillones & Coulant de chocolate

Para continuar unos escargots de la Bourgone con mantequilla de hierbas a la sal de Guérande (una apreciada sal marina de la Bretaña). Bien, aunque mejor la salsa que el propio caracol, que salía perdiendo en la comparación con los magníficos ejemplares que nos ofrecieron en El Comité (en Madrid, un bistrot algo incómodo por su exceso de mesas, aunque de cocina más que digna).

Antes de pasar a los postres, compartimos un foie poêlé sobre base de brioche (no queda nada mal esta variación del típico pan tostado), acompañado de higos y de una reducción de vino de Banyuls. No estaba mal, pero fue el plato más flojo, así que en la próxima visita probaremos su micuit, que tiene buenas críticas.

Acabamos con el coulant que podéis ver algo más arriba. Buen bizcocho, relleno de chocolate un punto demasiado líquido, pero mucho mejor de lo que se suele obtener en restaurantes del mismo nivel de precios.

Un par de puntos en contra: la separación entre fumadores y no fumadores era virtual, a un lado fumaban y a otro no, por lo que la diferencia de ambiente era prácticamente inexistente; el segundo, la cortísima carta de vinos, con apenas una docena de referencias. Eso sí, nuestra elección, Le Pot, un blanco muscat, ligero y afrutado, sin lucir especialmente combinó bien con la cena.

¡Cómo me gustan las ostras!


Post written by Daniel Muro

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