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Matís Bar

viernes, septiembre 4th, 2015 | Barcelona, Restaurantes

Segunda visita a la casa de tapas de Artur Martínez, chef y propietario del estrellado Capritx de Terrassa. Mi estreno, en las pasadas Navidades, fue para hacer un menú de grupo que me sorprendió, más allá de la calidad general de la propuesta, por la capacidad -y, sobre todo, predisposición, que no todos la tienen- para atender de forma altamente satisfactoria las necesidades gastronómicas de un vegano.

Este mes lo visitamos sin veganos y permitiéndonos la libertad de elección en el menú. Eso sí, nuestra primera elección, esa brutal morcilla ibérica especiada de Córdoba que probé en Navidad, está en el papel pero no en la despensa. Lástima, aunque la substituimos por unas buenas anchoas del Cantábrico con un nada desdeñable pan de coca de cristal -extrafina y crujiente- correctamente impregnada en tomate.

El micuit de bacalao, de textura cremosa, gustó pero no convenció tanto. Agradable para un par de bocados, pero algo plano para defender un mano a mano. Mejor a compartir entre varios.

No así el rosbif de vaca, mórbido y sonrosado, muy tierno y meloso, con un acertado aliño de piñones y limón que invitaba a apurar con él la coca de las anchoas. El mejor del ágape.

También lucieron lo suyo las albóndigas a la jardinera, de golosa salsa, notable composición cárnica y, como elemento diferencial, el frescor de una jardinera muy distinta de la habitual, muy aromática, con buena dosis de protagonismo para hierbas frescas como la albahaca y puntos de cocción atrevidos en las verduras. Otro must de Matís.

En cambio, la capipota con piparras y menta, algo sosa y dulzona, me pareció el plato más flojo. Más aromático que sabroso, con una salsa falta de sal y de punch, lamentando la inevitable comparativa con las magníficas albóndigas y, por otro lado, sufriendo también el mal de expectativas, algo habitual en los que somos aficionados a la lectura de medios gastronómicos diversos, en los que había leído no pocos elogios a esta elaboración. Quizás no fuera el mejor día para pedirlo o, simplemente, mis gustos van más con las versiones más rockeras, como las de Suculent o Buj.

De postre, un interesante arroz con leche ahumado, tanto en el propio caldo del arroz como en los matices del buen complemento a base de helado de canela. Conjunto poco dulce, perfecto para no empalagar una noche de verano.

Servicio agradable y atento, en el que se agradece, y mucho, la honestidad, advirtiéndonos en la comanda del excesivo número de platos, cuando en demasiadas ocasiones me sucede al revés, perjudicando la experiencia global, con la sensación de que no solo me han hinchado a mí, sino también la minuta.

Advertir también que en mi afán de probar inéditos, me abstuve de algunos éxitos de mi primera visita, aunque es de justicia recomendar los mejillones con vinagreta de cilantro, el dashi de empedrat, un resultón bombón de parmesano, albahaca y tomate que hace un tiempo ejercía de snack en Capritx, los pimientos rellenos de rabo guisado, la papada con jengibre… ¡y la morcilla, por supuesto, la morcilla!

En la carta de vinos, notoria presencia de rarezas y vinos naturales. Me hizo gracia el Groc d’Àmfora de Olivardots, pero el segundo gatillazo de la carta cedió la alternativa al blanco de la casa, un vino natural elaborado por el Celler Finca Parera bajo la DO Penedès. Con algo de aguja al abrirlo, fue decantado para evitar una pequeña segunda fermentación. Su peculiar coupage de xarel.lo, gewürztraminer y chardonnay se mostró fresco y expresivo en boca. Un buen descubrimiento a buen precio.

Y es que, en general, la relación calidad-precio es una de las virtudes de un local que demuestra que tapear distinto y, salvo algunos ajustes, comer unos buenos platillos, no está en absoluto reñido con gastarse apenas 25 euros por persona. Merece seguir siendo explorado.

Post written by Daniel Muro

Tags: artur martínez, barcelona, capritx, catedral, platillos, tapas creativas

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