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Taverna Oníric

martes, abril 16th, 2019 | Barcelona, Restaurantes

Supongo que todos lo hacemos, es inevitable. Asociamos lugares, espacios concretos, incluso aunque hayan cambiado, a experiencias vividas en ellos. Del nº 79 de la calle Indústria, un local sobrio y de modestas dimensiones, guardo grandes recuerdos de cenas oficiadas por Jordi Vilà y Sònia Profitós, antes de que dieran el salto al sofisticado -y no menos placentero- Alkimia actual de la Ronda Sant Antoni. Con el cambio, dejé de prestarle atención al pequeño pero histórico local, hasta que el blog de Ricard Sampere, con el aval de sus opiniones independientes donde las haya, me alertó de la existencia de la Taverna Oníric.

Además del propio local, que parece haber aumentado el número de mesas y ha modificado su disposición, hay más herencia alkimista, ya que el actual conductor de los fogones de Oníric, Miquel Centelles, trabajó durante años en las cocinas de Jordi Vilà, tanto en Alkimia como en Vivanda. De hecho, se deja ver, y mucho, ese estilo sabroso-popular de la casa de platillos de Sarrià.

Ya de entrada, un clásico de la cocina popular de Vilà, en unas magníficas croquetas de pollo de la escuela del doble-rebozado y con la buena farsa de pollo rustido de Els Casals. Muy jugosas.

Otro habitual en las pizarras de las casas de tapeo barcelonesas, las bravas, son potenciadas más si cabe por el aceite de sobrasada de Cal Rovira, de picante moderado, y una salsa de especias de aporte más aromático que sápido. No resultarán las mejores patatas de la noche, pero admito haber rebañado el sobrante de salsa con la buena coca con tomate de El Raiguer.

Cada día más fan de los encurtidos, disfruto con su estupenda aplicación en una fresca coca de lengua de buey, con crema agria y el susodicho contrapunto de las verduritas agridulces.

Más reminiscencias del paso de Miquel por Vivanda en un impecable steak tartar con mantequilla al café de París y, ahora sí, alcanzamos el clímax patatero con una guarnición del tubérculo en dos texturas, ambas de absoluto vicio. Un must en toda regla.

Cerramos los salados reincidiendo con el pan, mérito de la salsa de las albóndigas con sepia, intensa, con mucho mar.

En los postres, entre la media docena de propuestas, nos decantamos por un correcto lemon pie, con atractiva presencia cítrica en el merengue, diria que incluso más que en la propia crema de limón, y estupendo tiramisú, cremoso y equilibrado, con nítida contribución del café, aunque reconozco que aún tengo muy presente el de Eduard Ros en su valiente Bisavís.

Además del agua de rigor, la elegancia del Trepat de Josep Foraster, de seductora nariz frutal con suaves notas de crianza, y paso por boca tan ligero como intenso. Con todo, superamos por poco los 40 euros por cabeza.

Buena selección de producto, con un nutrido ramillete de proveedores de acreditado apellido, elaboraciones a la altura y, para redondearlo, notorias ganas de agradar por parte de todo el equipo, por desgracia algo no tan habitual como sería de esperar.

Post written by Daniel Muro

Tags: alkimia, croquetas, eixample dret, miquel centelles, steak tartar, vivanda

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