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Blanc de Tòfona

viernes, octubre 23rd, 2009 | Barcelona, Restaurantes

Nuevo local de platillos en la ciudad a cargo de David Reartes. Supongo que será por las reseñas en las publicaciones especializadas, pero no lleva ni un mes abierto y este miércoles, si no llegamos a llevar reserva, nos quedamos sin entrar.

El que fuera copiloto de Paco Guzmán en el Santa María, se ha apuntado con Blanc de Tòfona a la últimamente exitosa fórmula de las tapas evolucionadas o miniplatos, con producto de buen nivel, a precios realmente ajustados y con algunas sorpresas escondidas.

La barra de la entrada, perfecta para una tapa fugaz, da paso a un sobrio comedor dividido en dos espacios, más adecuado para la calma del plato. O del carrusel de platos, ya que las raciones son moderadas en cantidad -también en precio- e invitan a configurarse un menú degustación a medida.

Empezamos con la coca de sardina ahumada, con micuit de foie y manzana. Buen inicio, aunque reconozco que las comparaciones son tan odiosas como dicen y no pude evitar que me viniera a la memoria el clásico de Berasategui. Eso sí, unos cuantos euros les separan.

El siguiente fue un refrescante tartar de atún con fresas y huevas -diría que de trucha-. Divertida combinación de la fresa que me recordó al uso que hacen de ella en el pujante Coure.

Llegaron luego las navajas a la plancha, perfectas en punto, con un toque de mermelada de piel de limón. Sabrosas, de tamaño generoso, muy tiernas y esa pincelada más amarga que ácida de la confitura que le prolongaba el sabor. Uno de los platos que más gustó.

A continuación, toda una sorpresa. El camarero nos comentó que David había preparado fuera de carta un huevo a baja temperatura con ceps y ¡nada más y nada menos que trufa blanca!. No pude evitarlo y me lancé a por el capricho, que no todos los días se puede disfrutar de una tapita aderezada con semejante delicatessen. Fue poner el plato en la mesa y volverse locos los receptores olfativos. David, que nos debió ver las caras, se acercó para quitarse méritos -‘es sólo producto’ nos dijo-. El producto era excelente, sí, pero las texturas de setas, huevo e incluso lascas de trufa tienen su miga y ahí es innegable el mérito del cocinero.

La morcilla de arroz de Kobe (?), acompañada de setas de temporada y rúcula, correcta, sin alardes. La desproporción entre morcilla y setas en favor de estas últimas no favorecía al conjunto. Apenas llevan un mes funcionando, nada que no se pueda ajustar…

Para acabar los salados, el jarrete meloso de Wagyu con cremoso de patata Ratte. Destacable guiso, gustoso, tierno, excelente carne, pero más magro de lo que esperaba por la raza de la carne.

En los postres, buenas texturas de chocolate (teja, trufa, bizcocho, espuma e incluso en licor -quizás el componente menos lucido-) y resultón cremadet de ron en copa.

Para beber, un multivarietal Cérvoles 2005 (Costers del Segre), que se abrió en la segunda copa y que, a pesar de su puntito de acidez, se mostró equilibrado. Además, a buen precio, como la mayoría de referencias de una breve pero interesante carta de vinos.

El aspecto mejorable, el hecho de no comentarnos el precio de los platos fuera de carta, y más siendo la trufa blanca su protagonista. Quitando los 27 euros del vino y los poderosos 40 del plato del aromático elemento, poco más de 20 euros por persona.

Me quedé con ganas de probar las croquetas de jamón, la pluma ibérica, el canelón de morro de bacalao, el arroz con peus de porc… ¡hay que volver!

Post written by Daniel Muro

Tags: barcelona, calidad-precio, david reartes, platillos, Restaurantes, trufa blanca

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